Arañas, paranoias y las aventuras de
Gabriel Medina
por Chucho E. Quintero, realizador
mexicano para Macabro FICH
Conocí al realizador argentino Gabriel
Medina durante el último FICCO, en 2009. Antes siquiera de haber visto su película
en competencia, circulaban entre el staff del festival comentarios acerca del
tremendo parecido (tanto físico como en comportamiento) del personaje
interpretado por Daniel Hendler con la desfachatez despeinada del propio
director. Gabriel Medina y Luciano Gauna, creador y personaje, se ven agobiados
ante la noticia de que alguien se robó sus retraídas personalidades y sus
respectivos nombres para introducirlos a una ficción de la cual no pidieron
formar parte. En efecto, la transformación del gran Daniel Hendler en aquella
aleación de Luciano y Gabriel es indispensable/inolvidable, tanto como la
apabullante interpretación de Martín Piroyansky en La Araña Vampiro,
la nueva aventura de Gabriel Medina. Este nuevo personaje es capaz de hacernos
olvidar al Martín Piroyansky jocoso, adorable y un poco friki que nos
hemos topado en varias películas argentinas contemporáneas, así como en su
momento el Hendler de Los Paranoicos dejó de ser aquel galanazo
seductor y arrogante sobre el cual el actor había construido su carrera para
transformarse en una porción de hombre, paranoico, nervioso y sudoroso. Y es
que si debiera escoger un elemento a mencionar de entre todas las
características que hacen de Gabriel Medina uno de los grandes cineastas de su
generación, es la capacidad de romper con las expectativas actorales que se
tienen hacia sus elecciones de casting: tomar un actor reconocido y empujarlo a
sus límites interpretativos, regalándole el papel de toda una vida.
Probablemente el cuidado que tiene Medina al dirigir a sus actores provenga de
los elementos autobiográficos en sus historias: tanto Hendler como Piroyansky
interpretan a alter-egos de su director, si bien están lejos de abordar el
mismo personaje. Esta costumbre confesional no se trata de armar un serial con Las
Aventuras de Gabriel Medina, interpretado por distintos actores y en
distintas situaciones, sino que nos enfrenta a distintas capas y texturas de la
misma persona, cada película es un nuevo exorcismo, una nueva oportunidad de
explorar un lugar oscuro de sí mismo, siempre un nuevo paranoico, un nuevo
aracnofóbico. Lo hipnótico de estos personajes es que, a pesar de su
incapacidad de relacionarse con el medio que los rodea, su aparente parálisis
social y emocional, no están muertos ni estáticos: Luciano Gauna se resistía a
evolucionar, tal vez lo hacía un poco de mala gana, pero el prospecto de un
amor ideal lo empujó hasta un climático abrazo final, y ahora es Jerónimo, con
todo y sus ataques de pánico y la inexistente relación con su padre, quien no
se deja morir y reúne fuerzas ni-él-mismo-sabe-de-dónde, para buscar la cura a
la mortal picadura de la araña vampiro. ¿Qué empuja a Gabriel Medina y a sus
personajes a salir del hoyo que ellos mismos trazan/cavan a su alrededor? ¿Por
qué buscar la redención y la esperanza cuando se está tan cómodo en la ennui
constante, en el aislamiento emocional? "¿Te querés quedar solo,
Luciano?", pregunta Jazmín Stuart en la ópera prima de Medina. El
terror en La Araña Vampiro es primigenio, humano: el miedo a la
muerte, a la montaña, a la búsqueda infructífera por la cura al veneno que
acabará matándonos. Jerónimo está solo ante la naturaleza, acompañado
únicamente de su guía borracho e inestable (un Jorge Sesán que por momentos le
roba la película a Piroyansky), un hombre que ve monstruos en las sombras que
aparecen de noche y que Jerónimo es el único que puede ahuyentar. ¿Ese es el
destino de Jerónimo si continúa encerrado en sí mismo? ¿Es eso a lo que le
tiene tanto miedo? ¿A quedarse solo? Probablemente para Gabriel Medina y sus
alter-egos esa sea la amenaza que los hace paranoicos, el veneno que les
chupa la sangre de a poquito, la muerte más aterradora: la soledad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario