Por Mario Valencia para Macabro FICH
Carlos Enrique Taboada, Chano Urueta, Juan López Moctezuma, Juan Bustillo Oro, Fernando Méndez
y… Sí, la lista de autores especialistas en el género se reduce a unos cuantos.
La historia del cine de terror en México, es triste, corta, llena de prejuicios
(que nacen hacia toda la industria mexicana, en realidad. Crea fama…) o
intentos de tropicalizar cintas extranjeras, que terminan en chiste. ¿Recuerdan
Tintorera, nuestro Jaws nacional? Si no es así, permítanme
abrir alguna vieja herida.
Independientemente
de estos bizarros experimentos, por lo general, la filmografía nacional gusta
de lanzar guiños a la comedia. Esto no excluye al horror y sus elementos. Están
el humor negro de El esqueleto de la
señora Morales o el lado blanco, burlón, de Tin Tan en Dos fantasmas y una muchacha.
Pero,
¿en qué momento se decidió que nuestro amado género, se inclinara por esta
dirección? ¿Por qué nunca se ha explotado al máximo, tantas tradiciones, mitos
y leyendas que enriquecen nuestro breviario cultural, desde tiempos
prehispánicos? Más importante aún… ¿cómo nació el horror en las pantallas
mexicanas? Prepárense para la primera de dos partes, sobre el sangriento cine
mexicano.
Los orígenes, datan desde 1899, año en el que
el ingeniero Salvador Toscano (padre del cine en México), lanzó una adaptación
de Don Juan Tenorio, la clásica obra de José Zorrilla. No solo fue el primer
filme de ficción nacional. Su segunda parte, va directamente relacionada con la
muerte, Dios y el infierno. La siguiente película, sería hasta 1933, con la
adaptación de nuestra leyenda más famosa: La Llorona. Bajo la dirección de
Ramón Peón y guión de Fernando de Fuentes, se coloca como la primera cinta
oficial del género, a solo dos años de la llegada del cine sonoro a México.
A
la par, Juan Bustillo Oro lleva a la pantalla Dos monjes, filme de fantasía con elementos expresionistas. Este
director, no adaptaría el oficio de maestro del horror. Recordemos que el cine
por encargo, era algo presente a lo largo del Cine de Oro e inevitablemente, no
faltarían comedias rancheras o en el caso de Juan Bustillo, las primeras cintas
de Cantinflas. Eso sí, en los siguientes años nos regaló piezas como El misterio del rostro pálido (1936) y El hombre sin rostro (1950), obra
protagonizada por Arturo de Córdova, sobre un asesino en serie cuya
característica, es el rostro cubierto… Su máscara, bastante similar al Slenderman, sin conexión alguna obviamente.
Bustillo Oro, también escribiría el guión
para El fantasma del convento (1934),
dirigida por unos de los directores más grandes del cine mexicano: Fernando de
Fuentes. El relato, sobre un triángulo amoroso en un monasterio embrujado, da
prueba clara del inevitable melodrama. Pero si recordamos los filmes de
Universal sobre monstruos clásicos, todos poseen esa misma fórmula.
Durante
la época del Cine de Oro, posible gracias a la inversión norteamericana para
realizar cine, mientras ellos se encontraban en medio de la Segunda Guerra
Mundial, la producción cinematográfica era la más grande en habla hispana:
hasta 400 películas anuales a lo largo de los años 40s. ¿Y dónde se acomodaba
el horror? Estando el boom del cine indigenista, las rumberas y la comedia
ranchera, el interés por el horror era nulo. Fue hasta 1947, que aparece La Herencia de la Llorona. Sin nexos a
la leyenda, narra sobre un joven que regresa a la hacienda familiar, acosada
por un fantasma conocido como La Llorona.
Cierra esta etapa, El monstruo resucitado (1953), dirigida por Chano
Urueta (precursor del cine de luchadores), con la actuación de la bellísima
Miroslava, es un intento de adaptar Frankenstein en terreno mexicano.
¿Les
parecen pocos títulos? Hasta ahora, hemos recorrido 50 años de Historia, entre
buenos intentos, otros terriblemente penosos. En la siguiente entrega, iremos
de 1957, con el estreno de El vampiro,
dándole un nuevo giro y seriedad al género.
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